martes, 30 de agosto de 2011

Capitulo 7: Morir por ser algo más


Capitulo 7
Morir por ser algo más

No era la niña que mis padres desearon, de eso no me cabía la menor duda. A veces cuando pienso en el motivo del por que me abandonaron comienzo a sentir de la nada dolor exageradamente. Crudo y sin compasión. No podía evitar pensar en eso cada jodido día.

Hasta que apareció Él.
… Y volvió mi arco iris de colores.

Suena un poco presumido, pero yo me sentía como la chica más feliz en este triste mundo. Michael siempre me decía “Quiero estar contigo por siempre”, “Te necesito”, “Eres muy importante para mi”, “Te quiero”.

Y yo quería estar con el por siempre y para siempre.
Y yo lo necesitaba mas que al aire que respiraba.
Y el para mi era lo mas importante sobre el planeta.
Pero yo no lo quería. No.
Yo lo amaba.

* * *
Me di otra mirada en el espejo de cristal del baño. Esa era una de las escasas veces que en verdad podía decir que lucia perfecta. No era por que quisiera estar perfecta, era que debía estarlo.

Llevaba puesto un pijama bastante feo, tenia puntitos multicolores que se juntaban en una figura que ni yo misma entendía. Mi cabello estaba suelto, normalmente lo traía recogido con un broche, pero esa noche no debia catalogarse como normal. Con respecto al maquillaje, estaba pensando en comenzar a usar, es decir, yo ya estaba en suficiente edad. Podría haber usado el de Michael, tenia miles y miles de cosméticos en su cajita de noche y en el closet, pero no lo hice. Por lo menos me mantendría lejos de eso. Esa noche.


Mientras esperaba a Michael en su habitación comencé a repasar la pequeña lista de cosas que debía decir:

1°. Michael, tengo mucho frío ¿Puedes abrazarme?

2°. Oh, Mike, ¡Adoro ese guante de brillantes!. ¿Cuándo fue la primera vez que lo usaste?

3°. Enséñame una nueva canción. Por favor.

En Neverland hay sistema de control de temperatura por lo tanto nunca me da frío, y menos en la habitación de Michael.

Si, era una mentirosa.

Mentía por razones obvias: lograr un mayor acercamiento.

La historia de cuando uso por primera vez el guante ya me la sabia de memoria, solo quería mirar como se iluminaban sus bonitos ojos marrones al hablarme de ello.

Me sabía absolutamente todas sus canciones. Solo deseaba escuchar muy cerca de mí esa perfecta vocecilla.

El tiempo que había transcurrido me era desconocido. No estaba al tanto de la hora y cuantos minutos faltaban para su ansiada llegada. Escuche un leve sonido que provenía del pasillo, probablemente eran los pasos de alguien…Seguramente se trataba de el.

Respire hondo.

Efectivamente estaba en lo cierto. Mi corazón se disparo como un cohete. Siempre tuve curiosidad por saber, por que su presencia te hacia quedar muda. Yo estaba ahí, sobre la punta de su cama, el parecía tener una mezcla de emociones en su rostro, algo como felicidad-incredibilidad.

Moje mis labios, volví a armarme de valor y lo salude. Me devolvió el saludo junto con el infaltable tierno besito en la mejilla, ese que me dejaba flotando en el espacio. Me dijo que debía ponerse su pijama en el baño y que no tardaría. “No tardare” obviamente era mentira, una mentira que había escuchado millones de veces. Una vez que entra en ese baño se demora toda una eternidad. Y no estaba exagerando, era la pura verdad.

No pude evitar recordar todas las ocasiones en las que me había preguntando que hacia en dentro de ese baño, ¿había un parque de diversiones allí acaso?. Eche para atrás un mechón de mi cabello desmenuzado sintiéndome un poco ingenua al imaginar en el pasado que el se divertía halla adentro.

Precisar el día con en exactitud en el que supe el por que se tardaba tanto, era difícil.

Los demás niños dormían, yo no lograba conciliar el sueño, así que me acerque a su cama. Me senté sigilosamente a un costado. Siempre pensé que verlo dormir era un privilegio divino.

Cuando despertó, abrió los ojos como platos al divisar mi presencia, se veía horrorizado, me miraba casi como si fuese un fantasma. Se levanto apresurado sin decir nada y se encerró en el baño de un portazo. Media hora después salio . Yo estaba llorando, pensando lo peor, en que había hecho mal, como había arruinado las cosas. En si, compadeciéndome de mi misma como de costumbre. El me dijo que no soportaba verme llorar y que yo no había hecho nada malo. Le pregunte por que había entrado al baño de esa manera, el tomo aire y comenzó a explicarme. Dijo que por la mañanas su maquillaje se ha disuelto del todo por los roces con las almohadas, por tanto le resultaba “horrible” que yo lo viera en ese estado. Por dentro me reí un poco, era un poco bizarro, considerando que me parecía igualmente hermoso con o sin maquillaje. En fin, sus inseguridades son puntos que no debes tocar. Es mas sensible de lo normal en ese aspecto.

De solo imaginármelo allí, frente a ese espejo. Sintiéndose imperfecto, sintiéndose infeliz consigo mismo, ocultándose detrás de grandes cantidades de maquillaje, yo me siento tan impotente. ¿Por qué un ser tan perfecto no pude aceptarse? No tengo idea. Pero lo que si se, es es que el es hermoso no importa lo que los demas digan.

Supongo que el hecho de que amar a tantas personas en el mundo han producido que se olvide de amarse a si mismo.

- Ya esta. –aviso dese la puerta de el baño- ¿Te gusta mi pijama? –pregunto asintiendo con la cabeza, mirándome muy directamente a los ojos. En sus ojos marrones, me sentía perdida-

Un pijama realmente bonito, color azul rey, sin dibujos animados, era sencillo.

- Pues si. –Conteste con una leve sonrisa en mi rostro-

Y de ese modo se le dio inicio a la noche maravillosa que tanto espere.

Comenzamos viendo un par de películas de la mujer de ojos violetas, mas conocida como Elizabeth Taylor.

Cuando tuve tiempo dije las cosas que debía decir de la lista, lastimosamente no logre el mayor acercamiento que estaba deseando, Dios no estaba de mi lado en esos momentos. Al contrario estaba en mi contra, me estaba comportando mas torpe de lo normal.

No, no era culpa de Dios.
Joder, eran mis hormonas.

Mis malditas hormonas me estaban jugando sucio. Sentía punzadas en el estomago cuando observaba disimuladamente el pecho desnudo de Michael a causa de que dos de su botones se habían soltado, en realidad observaba todo su cuerpo. Delgado, tonificado, perfecto en todos los ángulos y el mas deseado, o por lo menos para mi.

Mierda. Estaba incumpliendo uno de los mandamientos sagrados: No consentirás pensamientos ni deseos impuros.

El padre un día me dijo que el sexo era un tema prohibido para alguien de mi edad ¿Entonces por que sentía de repente tanta curiosidad?. Que recordara nunca había sentido deseos carnales por alguien.

Pasamos el resto de la noche conversando como dos hermanos que no se han visto en años. Nos pusimos al día sobre las vidas del otro instantáneamente. Le comente lo feliz que estaba por vivir ahora en Neverland, el me atribuyo con una sonrisa y me dijo que se sentía igual.

- No hay mayor felicidad para mi que la de poder tener a mi chica conmigo – dijo Michael, con la mirada oscura fija en la mía. Sentía escalofríos.

- ¿Tu chica? –Pregunte ilusionada. Se escuchaba tan bien “Mi chica”.-

- Mi chica – recalco, para después dedicarme una tierna sonrisa- Mi pequeña. – pequeña, lo que nunca dejaría de ser para el.-

Fue inmensa mi alegría cuando dijo que dormiríamos juntos en la cama, aunque ya lo tenía sospechado estaba que no me lo creía. Sin embargo me comento que no debía decir nada de aquello por que las demás personas lo podían ver como inapropiado. Inapropiado, que tontería.

Nos acostamos uno cerca de el otro, podía sentir su respiración cerca de la mía, observaba sus parpados perfectamente maquillados, su rizos que descendían en todo su rostro, su cuerpo tan perfecto, todo su ser, frente de mi, tan cerca. Era tanta emoción que podía haber muerto feliz en ese momento.

Ya estaba dormido, me preguntaba en que estaría soñando…. Tiempo después deje de preguntarme algo en vano, cerré los ojos, y me dormí.

…Y desperté.
Desperté al sentir a mis espaldas un roce.
Poco a poco, era más que eso.

Me atrajo de espaldas hacia el, me voltee para ver que pasaba. Michael seguía con los ojos cerrados, estaba dormido. Una vez estando frente a el, me fije que una leve sonrisita empezaba a formarse en su rostro, esa vez no era esa típica sonrisa dulce que te brindaba a diario, era más como una clase de sonrisa perversa. Me tomo con sus dos manos apretándome contra él. No sabía que pasaba, pero tampoco me resiste mucho a la situación, estaba en el cielo.

Sus manos descendían por mi espalda causándome escalofríos por el contacto, me abrazaba con fuerza, como si fuera la última vez. Yo hundí mis rostro en su cuello invadido por sus bonitos rizos. Lo que altero mis sentidos fue cuando paso su mano por mi pierna derecha, la acaricio con la yema de los dedos, con delicadeza. Me tocaba, me rozaba. Juro por Dios que sentí electricidad.

Nos encontrábamos cuerpo contra cuerpo. No había distancia alguna entre nosotros, nunca había pensando que íbamos a estar así. Comenzaba a sospechar que el estaba teniendo un sueño bastante especial. Me reí en voz baja y lo abrase aferrando mas a el como si la vida misma se me fuese en ello.

“¿Por qué soy tan afortunada? Siento que me en cualquier momento el corazón me va a explotar. Es como si mi fantasía mas salvaje se estuviera haciendo realidad. Bueno, vale, tampoco llegaran las cosas tan lejos, pero algo es algo ¿No?”

- Te amo –susurre en vano. Sabía que no me escuchaba. –

1 comentario: